En la cumbre anual del Foro Económico Mundial de Davos, de cuando en vez, suelen anunciarse sorpresas, algunas positivas como la realizada el pasado enero por Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, quien proclamó que su país iba abandonar la tradicional medición del PIB para pasar a medir el Índice de Bienestar.
El pasado 6 de junio, presentó el nuevo presupuesto que está basado en el Living Standards Framework (LSF) marco de trabajo el tesoro de su país ha desarrollado, siguiendo directrices de la OCDE, realizado en función del Índice de Bienestar y no el PIB tradicional. Como todo cambio tiene detractores, pero la política laborista ha decidido seguir adelante.
Independientemente de lo acertado de la decisión, ya ha conseguido con el paso dado una repercusión mundial, a todas luces positiva. Si se teclea en Google “wellbeing New Zealand” se obtienen 62 millones de entradas.
El LSF parte de los cuatro capitales: natural, social, humano y financiero, para distribuirlo en doce factores entre los que se encuentra la identidad cultural. Además se tienen en cuenta: comportamiento cívico y gobernanza, medio ambiente, salud, vivienda, conocimiento y habilidades, ingresos y consumo, trabajo y ahorro, seguridad, conexiones sociales, bienestar subjetivo y uso del tiempo, a los que hay que añadir la identidad cultural.
Me llamó la atención este aspecto de la “identidad cultural” en cuanto que, en términos de comunicación, tiene un significado especial. Porque en este caminar hacia la marca país o la reputación del país, su definición es un paso fundamental.
Y en este punto encuadro también el problema del nombre que tiene el país de los vascos, ya que a mi juicio, es el punto de neurálgico de todo el entramado necesario para construir la identidad del país, también la cultural.
El atrevimiento de incluir la identidad cultural en el Índice de Bienestar ha tenido que venir de las antípodas. Más lejos no se podía ir.
En la Comunidad Autónoma Vasca, está en vigor el Índice de Desarrollo Humano Sostenible que suele medir el Eustat, donde por cierto alcanzamos unos valores muy interesantes. Para su medición Eustat utiliza metodología del Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), similar a la que se utiliza para medir este índice en los estados, entre los que ocupa una envidiable posición, con solamente trece países por delante. Pero no observo que este método mida la “Identidad cultural”.
Nueva Zelanda ha tomado esta decisión en un momento en que su economía se está comportando de manera notable, con previsiones de crecimiento del 2,5% para 2019 y de 2,9% para 2020. De hecho la han calificado a su economía como “estrella de rock”.
Sin embargo, su ministro de finanzas, Grant Robertson, aseveró “»Claro, tuvimos, y tenemos, tasas de crecimiento del PIB que muchos otros países alrededor del mundo envidiaron, pero para muchos neozelandeses, este crecimiento del PIB no se tradujo en mejores niveles de vida o mejores oportunidades, para qué queremos ser estrellas de rock con la falta de vivienda, la pobreza infantil y la desigualdad en aumento”.
Considera que, al haber muchos neozelandeses que no se están beneficiando de una creciente economía en sus vidas diarias, el presupuesto de este año ha sido diseñado para abordar la creciente disparidad entre los que tienen y los que no tienen.
Para este ejercicio han elegido cinco prioridades: mejorar la salud mental, reducir la pobreza infantil, abordar las desigualdades de las personas indígenas maoríes y de las islas del Pacífico, prosperar en una era digital y, por último, caminar hacia una transición a un nivel bajo de emisiones y economía sostenible. Esto le ha llevado a presupuesar aspectos como:
- Servicio de apoyo a la transición para ayudar a los jóvenes a hacer la transición hacia su independencia.
- Romper el ciclo de delitos para romper el ciclo de reincidencia y encarcelamiento de los maoríes.
- Más maestros para aumentar el número de alumnos escolarizados.
- Dinero para la silvicultura para ayudar con el lanzamiento del programa de mil millones de árboles.
- Programa Whenua Māori para implementar nuevos servicios en los espacios maoríes.
- Eliminación de tarifas de NCEA (educación secundaria) para eliminar las tasas y para continuar implementando NCEA en línea.
- Energía limpia para un centro de energía limpia y para nuevas investigaciones científicas.
- Financiamiento para ambulancias para aliviar la presión a la que están sometidos algunos servicios.
- Comunidades étnicaspara promover la cohesión social en las comunidades étnicas.
- TarjetaSuperGold recibirá un sitio web actualizado y una nueva aplicación.
- Fiebre reumática para desarrollar sus propias iniciativas lideradas por la comunidad en la lucha contra la fiebre reumática.
- Dinero para estadísticas para Statistics New Zealand.
- Transporte público para hacer que el transporte sea más asequible para personas de bajos ingresos.
Este cambio de lógica ha encontrado una seria oposición. El líder del partido nacional conservador, Simon Bridges, criticó el presupuesto como una «decepción» exagerada que estaba fallando en la vida de los neozelandeses.
“Este no es un presupuesto de bienestar. La mayoría de los neozelandeses se quedarán preguntándose qué hay para ellos. Las familias quieren más dinero en sus presupuestos semanales para alimentos, gasolina y alquiler. En cambio, sus impuestos van hacia el ferrocarril, la fuerza de defensa y los árboles”, dijo.
El Gobierno reconoce que esta es una vía iniciada sin tener muy claro cómo va a medir sus resultados, pero aseguran de que el PIB clásico tiene poco futuro, ya que no contempla las desigualdades sociales ni las externalidades producidas.
El presupuesto induce a pensar que el término identidad cultural, contempla entre otros los programas orientados a las comunidades mahoríes, si bien un enfoque como el que se presenta, con la repercusión interna y externa que ha tenido este cambio de enfoque, es en sí mismo un factor de identidad cultural de primera magnitud.